Tony García, el niño de Pepe ‘el Pelao’ y de la Arcadia: “Con 8 años hacía los cafés en el teleclub con mi madre”
Hostelería
El chef almeriense recuerda sus orígenes en la pedanía velezana de Topares
Grandes personalidades a las que Tony ha servido: "Le subí unas 'tapillas' almerienses"

Tras la bata azul marino de chef, fluye la historia de un niño que remanece de un pequeño pueblo de Los Vélez. Para ser exactos de una pedanía, Topares, que es aún más humilde. En el teleclub de la familia, en Contador, con su madre tras el fogón, se fue forjando la imaginación cocinera y la ambición empresarial de quien hoy es uno de los chef más reputados de la provincia de Almería y todo un baluarte de la cocina vegetal: Tony García, “hijo de Pepe el Pelao y la Arcadia. También tengo mi mote materno, no vayas a creer, los Patatos”, recuerda con una sonrisa de oreja a oreja.
Aupado hoy a la Champions League de la gastronomía verde [primer espacio gastronómico a nivel andaluz que tiene la distinción 5 rabanitos], los primeros recuerdos que tiene de su infancia discurren entre máquinas cosechadoras de cereal y buenas cabezas de ganado. “Yo me he criado en la agricultura, pero en la de secano, me iba con mi padre en el tractor, mientras mi madre llevaba los teleclub de Contador y de Topares. No tenía ni 8 años cuando me subía encima de una caja de verduras y le ayudaba a hacer los cafés”, además de hacer lo de cualquier niño de su edad: “Oye, que también jugaba al fútbol con mis amigos, íbamos en bicicleta p’arriba y p’abajo...”.
Hasta que con 14 años, se subió en el Renault 4 familiar y en el gps de la época [el privilegiado sentido de la orientación de padres y abuelos], puso rumbo a la Escuela de Hostelería, en el Instituto Almeraya. “Nosotros éramos una familia humilde, no teníamos fincas. Entonces mi madre me dijo que lo único que podía darnos a mi hermana y a mí era unos estudios”, ¡benditas madres! Cinco horas desde Topares a la capital para dejar que el sueño del pequeño Antonio fuera cogiendo tintes reales: “Tengo tres hijas, una de 15 años, otra de 13 y la más pequeña de 4; se me ponen los pelos como escarpias de pensar en dejarlas solas. Pero entonces creo que madurábamos más rápido. También tuve la suerte de que el director de la Escuela de Hostelería remanecía de María”, y le trató con ese cariño que lleva impregnado el nombre de maestro.
Si el salto de Topares a Almería ya había sido grande, el que aguardaba el futuro era con doble tirabuzón invertido. “Mi padre siempre me decía, ¿Antonio estás seguro? Yo era atrevido, quizás un poco osado”, tenía madera de emprendedor, de persona que aspira a ser grande en lo suyo. Y quien la sigue, la consigue.
A los 18 años se fue al Centro de Estudios Turísticos de Barcelona, una de las mejores Escuelas de Hostelería de España, donde logra una beca de la Generalitat para estudiar. “Era la época en la que Ferrán Adriá estaba despegando. Vi otra gastronomía diferente a la que estábamos ejecutando en Almería, me gustaba lo que veía en Cataluña, me gustaba la cocina, la alta cocina”, algo que fue importante para empezar a amueblar una cabeza que estaba en ebullición y plagada de ilusiones.
Quiero que cuando haga un plato, tenga sabor, no que sepa a diez millones de cosas”
Un ejemplo de ello es que recién terminados sus estudios de hostelería en la Ciudad Condal, a los 24 se marcha con Sol Meliá a Cuba como chef de cocina. La pregunta de su padre fue instantánea y eso que no había guasap: “Antonio, ¿estás seguro?”. Vaya que si lo estaba: “Era el jefe de cocina más joven de la compañía. Esta experiencia fue muy enriquecedora, aprendí muchísimo porque no había recursos y cuando no hay, tienes que inventar”.
Salvando las distancias, en la isla americana se encontró una tierra parecida a su pueblo. Por lo menos en gentileza. “Te daban lo que tenían y eso es mucho porque hay gente que pasa necesidad”. Aunque Tony estaba en un hotel Cinco Estrellas Gran Lujo, había días que faltaba materia prima para cocinar. “Tú imagínate tener que preparar un bufet de lujo y no tener tomate o lechuga, había que tirar de imaginación y poner col lombarda y hacer las ensaladas con zanahorias. Esto me hizo abrir la mente y echarle ingenio, crear en la cocina como lo habría hecho en España”, asegura recordando alguno de los platos elaborados sin algo tan fácil de conseguir en Almería como es un tomate: “Éramos capaces de tener langosta, pero no verduras”.
La felicidad que sigue encontrando en cada viaje a su pueblo natal
Cada vez que Tony nombra su hogar familiar en Contador, sus ojos irradian felicidad. “Cuando me voy al pueblo, soy feliz. Tenemos un restaurante de mis primos, Asador de Topares, y allí como bebo, disfruto y me lo paso de maravilla con mi familia y con mis amigos de siempre. Me sigo refugiando en mi pueblo, ése es el momento en el que desconecto (1:12) y soy feliz”, dice Tony que también desvela lo que le gusta comer en una tierra de fantástica ganadería bovina: “Se me hace la boca agua de pensar en ese cordero segureño a la brasa de leña en el restaurante. Allí hacemos también chorizos y morcillas picantes de la Sierra María. Y luego mi madre, que es una grandísima cocinera, me hace un pollo en salsa con patatas espectacular. Cada vez que voy, me hace lo que me ha gustado toda la vida”. Las fantásticas recetas caseras.
Esas experiencias vitales fueron marcando la cocina de ese niño que salió de su tierra aún menor de edad y que volvía en 2004 ya con el callo de cocinero hecho. Su primer destino fue el Tryp Indalo, como chef de cocina de Sol Meliá. Ahí conoció a la propiedad del hotel, en manos de Juan Mañas, un vínculo que posteriormente le llevaría a Ah! Avenida Hotel. “De vuelta a Almería encontré un producto impresionante en cuanto a vegetales, en cuanto a cordero, en cuanto a pescados”, que le ha llevado a no ser simplemente el chef Antonio, sino que el nombre de Tony García se identifique con el mejor producto y el mejor servicio: “Lo que quiero es que cuando haga un plato, sepa a lo que estoy haciendo. Antes hacíamos recetas a las que le echábamos millones, millones y millones de cosas, pero yo quiero que el hilo conductor sea el producto. Si hago un cordero, un salmorejo o una crema de pimiento palermo, quiero que sepa a eso aunque luego le ponga antojos”. Y a buen seguro que lo ha logrado. Buena fe de ello pueden dar las distintas condecoraciones que decorar su Espacio Gastronómico, pero aún más fiable es la opinión de cualquier almeriense que haya tenido el privilegio de comer allí.

Ese cambio de mentalidad, unida a una cocina cien por cien vegetal, le ha llevado a Tony a divertirse cada día mientras crea. “El vegetal ha entrado en nuestra casa para quedarse. Ya lo teníamos, pero ahora lo estamos poniendo en valor y trabajándolo con cariño. Los vegetales tienen muchos colores, muchas texturas y, oye, cuidado, ¿eh? te diviertes cocinando”, y haciendo auténticas exquisiteces: “Tenemos unos ñoquis de berenjenas que son un espectáculo, es decir, te podría decir mil platos de vegetales que son para chuparse los dedos. Eso sí, hay que echarle la imaginación para trabajarlos”.
Detrás de ese éxito indiscutible que es Tony García, hay una familia que le compró sus primeros cuchillos cuando llegó al Almeraya, está la ambición de alguien que no se conformaba con ser uno más en su sector y, por supuesto, se unió en el momento oportuno una de las cooperativas agroalimentarias más importantes de Almería, la Huerta de Europa. “Unica fue el primero en apostar por mí, Pepe [Martínez Portero, presidente] me empezó a traer productos y estoy pudiendo trabajar con estos vegetales”, que son una delicia para el paladar y una expresión culinaria de experiencias vitales.
“Logramos una simbiosis del hotel y el restaurante”
Como profesional, Tony es algo más que una persona a la que se le da bien estar entre fogones. Es un hombre con inquietudes, culto, con muy buena verborrea y, sobre todo, que ama a su provincia. Por ello, después de cinco años en la cadena francesa Campanile y once en Sol Meliá, volvió a su tierra para emprender como empresario. Pero no sólo como restaurador, sino que quería desarrollar un proyecto donde también estuviera un sector que bien conoce como el hotelero. “En Sol Meliá estaba muy cómodo, he participado de la apertura de hoteles por todo el mundo, pero creí que necesitaba empezar a hacer cosas por mí solo. (4:14) Sol Meliá se me quedaba desde pequeña en el sentido gastronómico”.
Así, poco a poco, con experiencias previas, fue dándole forma al proyecto actual en el que está embarcando, una simbiosis idonea de servicios hoteleros y culinarios en Espacio Tony García-Ah! Avenida Hotel. “En estos últimos diez años, hemos sido capaces de hacer un un restaurante que funcione, que venga gente y de organizar banquetes dentro de los salones que tenemos. Además, llevamos un hotel que cuando empezamos era muy difícil de comercializar y ya lo tenemos comercializado”.

Este tipo de establecimientos son habituales en grandes urbes, como Madrid o Barcelona, y Tony decidió ser un emprendedor en una ciudad pequeña, pero de gran potencial turístico. “Estaba convencido de que esto iba a funcionar. Conocía bien esta zona, conocía bien el establecimiento y lo reformamos y lo adecuamos para que fuese un negocio independiente del hotel, pero con el que tuviera sinergias. Este hotel vende algo más servicio de una habitación, tiene también servicio de cafetería, de room service, de bar, de restaurante...”, enumeraba.
Con el negocio viento en popa, recién colgada la distinción de la Guía Michelín 2025, que luce con orgullo en la puerta de su Espacio Gastronómico, el chef tiene claro que lo de emprender lo lleva en la sangre: “En el futuro seguiré creando, seguirá innovando”.
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