Oda al natural de Pablo Aguado

madrid | feria de san isidro

En sexto lugar salió un remiendo de Torrealta que le permitió levantar la tarde con un toreo fantástico con la mano izquierda

Juan Ortega se estrelló en un lote de ‘juampedros’ absolutamente ayunos de casta y de fuerza

Cargando la suerte sin exageraciones, el natural de Pablo Aguado al bravo ‘Torbellino’ que cerró la tarde.
Cargando la suerte sin exageraciones, el natural de Pablo Aguado al bravo ‘Torbellino’ que cerró la tarde. / borja sánchez-trillo / efe

Ficha de la corrida

Plaza de toros de Las Ventas

GANADERÍA: Cinco toros de Juan Pedro Domecq, de justa presentación y descastados; en sexto lugar se lidió un toro de Torrealta, bravo en el caballo y en la muleta. Los seis toros eran cinqueños.

TOREROS: Juan Ortega, de champán y oro, silencio en los dos primeros y palmas tras aviso en el quinto. Pablo Aguado, de rioja y azabache, silencio, palmas y una oreja.

CUADRILLAS: Destacaron a pie Andrés Revuelta, Miguel Ángel Sánchez e Iván García; a caballo, Espartaco y José Palomares.

INCIDENCIAS: Decimocuarta corrida de San Isidro, se colgó el ‘no hay billetes’ en tarde muy agradable. El toro de Torrealta lucía divisa negra en señal de luto por la reciente muerte de Paloma Eulate, la madre del ganadero.

NUEVAMENTE se desbordaba la expectación al conjuro del cartel más sevillano de cuantos componen el serial isidril. Y de esta manera, Las Ventas se erigía en punto de encuentro de muchísimos aficionados procedentes de Sevilla. Se enfrentaban en mano a mano dos toreros que polarizan la atención de ese sector de la afición que tiene en el arte su razón de ir a los toros. También ayudaba que el ganado fuese del hierro triunfador absoluto en la reciente Feria sevillana, pero los toros artistas de Juan Pedro no tenían dentro ni un gramo de casta y se cargaron el invento. Afortunadamente, el remiendo de Torrealta que completaba la corrida salió con ganas de colaborar y el festejo se salvaba sobre la última campana, posibilitando que la gente saliese de Las Ventas con el gesto más distendido. Y es que hasta ese toro Torbellino, la grillera venteña estuvo en su salsa, protestando no siempre con razón.

Estaba a punto de dar las nueve en todos los relojes de la noche madrileña cuando salió de toriles ese cinqueño negro y con mucha romana de nombre Torbellino que se iba a encargar de corregir los numerosos entuertos acaecidos hasta entonces por obra y desgracia del lote de toros que había enviado Juan Pedro. Más feo que los descastados toros artistas, pero con ganas de embestir es como salió de chiqueros. En el capote no cupo el diálogo entre toro y torero, Pablo lo fue ahormando toreando para el toro siempre sobre las piernas y bien que surtió efecto dicha estrategia.

Primosoro el inicio de faena a base de trincherillas y cambios de mano que rezumaban sevillanía, Pablo fue entendiéndose con el animal, con lo que la grillera fue perdiendo decibelios y ganas de molestar. Una tanda de redondos verticales y de trazo despacioso intercalados con molinetes para la preparación del pase de pecho puso al respetable en condiciones de colaborar. La obra fue subiendo de nivel, la figura de Pablo se agigantaba y el paroxismo apareció cuando se echó la muleta a la izquierda para escribir una maravillosa oda al toreo al natural. No se puede torear por ese palo con más naturalidad, temple y despaciosidad. La tarde se había salvado en el último suspiro y cuando Pablo mató de estocada fulminante, los tendidos se cuajaron de pañuelos.

Sobre la última campana se había salvado la corrida del arte, pues hasta ese momento, todo fue un continuo desfile de semovientes sin casta que se desentendían de cuanto significase pelear. A Juan Ortega hay que agradecerle su toreo a la verónica en el primer toro de la tarde, un colorado llamado Solterón que se acabó casi antes de empezar. Luego con Oxidado ni siquiera pudo demostrar quién es con el capote y sí estuvo a gran altura a la hora de matar, haciendo la suerte a la perfección. Desde luego, no fue una tarde para el recuerdo de los numerosos orteguistas.

Pablo Aguado tuvo la fortuna de poder decir quién es con el toro de Torrealta, pero hasta entonces ni con el castaño Martilleo ni con el negro Samurai tuvo opciones de éxito. Y eso que, como también su compañero de duelo, estuvo siempre presto a entrar en quites y a intentar que las cosas se arreglaran. Un galleo para llevar el toro al caballo, alguna media primorosa y otra dificultad más la encontró en las exigencias de un público que mira con lupa la colocación sin convenir en que para ligar hay que perder un paso más de una vez. En fin que afortunadamente, todo se salvó con la irrupción de un convidado de piedra en el banquete de los juampedros. Todo se arregló al final y de qué manera.

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