Así impactó la minería en la Sierra de Gádor
Historia
Esta zona del Bajo Andarax fue prolífica en esta actividad económica durante décadas, aunque se acabó marchitando hace un siglo
Un olivo con siglos de historia se seca sin remedio

La minería sigue siendo uno de los sectores económicos con importancia en España, dando trabajo a más de 30.000 ciudadanos. En Huércal de Almería lo que queda es un recuerdo, un legado de lo que fuera motor económico de la Sierra de Gádor y que es ahora elemento fundamental del recuerdo.
Uno de los enclaves que mejor explican este legado minero en el Bajo Andarax es la zona del Risco del Pollo, frente a la entrada desde la N-340A al Valle del Potro. Se trata de una mole de roca carbonata, que, en la parte sureste, alberga el complejo minero.
Este lugar está de noticia en las últimas semanas por los efectos que dejara el incendio en la Sierra de Gádor del pasado mes de mayo. Ardieron 1.158 hectáreas durante tres días y el entorno de la rambla Calabazas fue el más afectado por el destrozo que causó el fuego.
Sobre tierra quemada, la localidad se esfuerza por no perder su recuerdo, seguir manteniendo con vida parte de su historia y su economía. Las minas del Risco del Pollo se deben, en parte, gracias al reinado de Fernando VII, en la segunda década del siglo XIX. El monarca impulsó la liberalización para la explotación del plomo y esto hizo que la zona de la Sierra de Gádor, que ya era prolífica, terminara de multiplicar la actividad, ampliando las pequeñas fábricas y boliches que, a su alrededor, permitían fundir la galena, el mineral que es la fuente principal del plomo.
Según el Archivo Municipal de la localidad, a consulta pública en Internet, los pozos se perforaban de forma vertical y, a diferentes altitudes, se iban poniendo palos conocidos como ‘trancás’ que permitían que los trabajadores tuvieran una ventilación adecuada y hubiera un menor riesgo de derrumbes.
Sonrisas y lágrimas hubo en este sector
Aunque la minería fue sinónimo de bonanza durante décadas, no todos los proyectos funcionaron tan bien como cabría esperarse. Fue el caso de la mina de Cinq que había en el barranco del Pollo. La compró, feliz él, Estebán Pérez, un vecino del municipio de 45 años de edad, que depositó 300 reales para hacerse con la propiedad de este terreno. Tres años después, pidió la devolución del dinero. Ya no le interesaba ese terreno.
No solo había renuncias, sino peleas entre los propietarios de cada parcela. Todos querían ganar. Ese fue el caso de los vecinos José Baeza, Eleuterio Carrascosa, José Pérez y Francisco Jover de Almería, que tuvieron un litigio durante años por la concesión y abandono de varias minas, resultando vencedor el primero.
Había a quien el papeleo para inscribir la mina le resultaba complejo y dejaba el proceso a la mitad. Fue el caso de José González Ibáñez, a quien el certificado de amojonamiento, el certificado que acredita la ubicación de los límites de una propiedad, le quitó las ganas de poseer La Leona.
La minería fue fuente de trabajo durante siglos para los vecinos de Huércal de Almería y del resto de municipios que conforman lo que hoy se conoce como Bajo Andarax. Los pueblos se volcaban en la recolección de los minerales, aunque no todos se hacían millonarios en esta labor. Las penalidades económicas estaban a la orden del día para quienes se desarrollaban en este ámbito, y solo los dueños de las explotaciones se hacían ricos, aumentando su patrimonio gracias a los beneficios que dejaba esta actividad.
Ahora hace un siglo que la actividad minera comenzaba a desaparecer de la sierra de Gádor y su población tenía que reconvertirse. La recogida de la magnesita, un mineral con una forma muy similar a la porcelana, ya en superficie significó el final de este sector.
Esta es la zona principal en la que se ha desarrollado durante siglos la actividad minera, el territorio en el que más información se ha podido recuperar, pero no la única en la zona del Bajo Andarax. En el municipio huercalense se asienta, de igual manera, el Cerro de las Minicas, llamado así porque esta fue la actividad que ocupó durante siglos. Este paraje, pegado al Cerro de los Llanos de Plomo de Benahadux, destaca ahora por los pozos y los vaciaderos que le dan vida e imagen.
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