
La esquina
José Aguilar
Los mensajes delatores
Nunca son convenientes los juicios, a destiempo, del presentismo. Esto es, la proyección de los valores del presente en el pasado, como si pudieran analizarse los comportamientos, las acciones o el desenvolvimiento social de hace siglos con los criterios de hogaño. Sin embargo, cabe utilizar un término actual, el de “posverdad”, para referir hechos y situaciones de bastante tiempo atrás. De modo que es posible, entonces, considerar la posverdad en el medievo. Dado que la distorsión deliberada de la realidad, que conlleva la manipulación de las ideas, creencias, sentimientos o emociones, con objeto de influir en la opinión pública y en las actitudes y reacciones sociales, está presente en todo tiempo, si bien con distintas formas. Es el caso, particularmente, de los romances medievales, declamados o cantados para su escucha por la sencilla e iletrada gente de la plebe. Un singular rey medieval, Pedro I, cuyo reinado transcurrió de 1350 a 1369, fue objeto de una propaganda -también de todo tiempo- falsaria, con el trasfondo de las continuas rebeliones de la alta nobleza -la monarquía no estaba firmemente sostenida- que encabezó uno de los hermanos bastardos del rey, Enrique, el mismo que asesinó a Pedro I para ocupar el trono y provocar un cambio de dinastía. Contaban los romances, así, que Pedro I no era hijo de Alfonso XI con María de Portugal, sino que de esta última, realmente, nació una hija que fue cambiada por un recién nacido, esos mismos días, de una mujer judía casada con un también judío cuyo nombre era Pero Gil. De resultas, los leales y cercanos a Pedro I eran conocidos como “emperogilados”. Y Enrique II, ya rey, se refería a su medio hermano, el asesinado rey Pedro I, como Pero Gil, en algunos de los muchos privilegios y donaciones que hizo a quienes lo apoyaron -no sin motivo se le llamó “el de las Mercedes”, y también “el Fratricida”-. Si se sigue la pista de la niña que fue cambiada al nacer, esta pudo tener una hija con un rabino, de nombre Paloma, que fue concubina de otro hermano bastardo de Pedro I, Fadrique. Habría concebido con él a Alonso Enríquez, después almirante de Castilla, y el linaje de este último, de ascendencia judía, podría llegar a Fernando el Católico, hijo de Juan II con una Enríquez, de nombre Juana. Aceptados tales relatos, Pedro I se convierte en rey ilegítimo, de padres judíos, y Fernando el Católico tiene asimismo sangre judía. Mayúscula posverdad medieval.
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