No dejes ninguno
En el dibujo numerado 122 del llamado cuaderno C de Goya, aparece representada una figura alegórica con túnica blanca de estilo imperio, coronada de laurel, que porta en su mano derecha la balanza de la Justicia y con la otra un látigo que le sirve para perseguir y ahuyentar a una bandada de pajarracos negros entre los que puede identificarse algún cuervo. La inscripción, también de mano de Goya, aclara el sentido moralizante de la imagen: “Divina razón, no dejes ninguno”. Esta obra, como todo el cuaderno, suelen fecharse en los años posteriores a la Guerra de la independencia, marcados por el absolutismo fernandino y el posterior trienio liberal. En un tiempo de merma de libertades por un Estado represor y el ansia por conquistarlas de parte de los represaliados, surge este dibujo, que como otros muchos del autor en este momento, condensa en una turbadora imagen un mensaje alegórico sumamente eficaz. La Razón, que es representada aquí como una síntesis entre la Verdad y la Justicia, es una criatura triunfante sobre las fuerzas del mal, al modo de un Cristo expulsando a los mercaderes del templo. Los pajarracos, que anidan en el corazón mismo del Estado, tienen las horas contadas. La Verdad y la Justicia acabarán prevaleciendo, parece querer decirnos el pintor, en un alarde de idealismo esperanzado. Mirado como un modo perpetuo, consustancial a la condición humana y los mecanismos que el poder genera en todo tiempo y lugar, esta imagen tiene, como casi toda la obra gráfica de Goya, una vigencia extraordinaria. Sirve incluso al momento actual que vive nuestro país, cuando una banda criminal campa a sus anchas en el corazón mismo del gobierno, capitaneada por un personaje siniestro, sin límite moral alguno, capaz de cualquier cosa para mantener su trinchera en el poder, que le sirve para defenderse de los ataques de la Verdad y de la Justicia. Los criminales que nos gobiernan intentan colonizar todos los órganos e instituciones estatales, desmantelar la organización del sistema democrático y la separación de poderes, para parapetarse ante el asedio de la Justicia. La administración de Justicia, siempre vigilante, hace tiempo que va con paso firme contra la banda de pajarracos, pero ha de armar sólidos fundamentos y argumentos contrastados con la verdad para echarles el guante y expulsarlos de sus nidos de poder. Sus tiempos se nos antojan lentos, pero como sucede en el dibujo de Goya, su mano no vacilará y será fulminante.
También te puede interesar

Antonio Lao
De narcos, petaqueo, clanes y seguridad

Luces y razones
Antonio Montero Alcaide
Castillos en la arena

NOTAS AL MARGEN
David Fernández
Un partido tocado, un presidente tóxico