Iván Martínez

El aula andaluza, un lugar para el análisis

12 de junio 2025 - 03:12

Algo nos debería hacer sospechar de “la calma chicha” en la que se encuentra hoy la comunidad educativa andaluza. Las movilizaciones contra las malas políticas en las Consejerías de Educación se suceden en otros territorios y son noticia en los medios de comunicación; sin embargo, nada se mueve hoy contra las políticas educativas de la Junta de Andalucía. Es posible que una soterrada estrategia basada en “apretar, pero no ahogar” impida que la voz se alce con fuerza en aquellos colectivos que tradicionalmente han considerado el hecho educativo esencial para la perpetuación del bienestar social y el desarrollo económico. Las cifras en Andalucía son engañosas, grandilocuentes, inabarcables, por lo que hablar de números no es sino un sutil modo de ocultar las vergüenzas de un sistema fallido. Hay más de 100000 docentes en Andalucía, muchos de los cuales al volver de sus puestos de trabajo corrigen, realizan informes, preparan el material didáctico, atienden a los padres en las tutorías, se forman y luchan calladamente por sacar su trabajo adelante robando horas a su vida personal y familiar: los docentes tienen una doble vida laboral, que la sociedad y los gestores olvidan.

Nadie en su sano juicio podría afirmar que los “maestros” de Andalucía viven bien. Su jornada laboral va más allá de las aulas, del centro educativo y de las 40 horas semanales. Esta realidad yace tras un silencio incómodo que merece una explicación por parte de los agentes implicados. ¿Por qué se moviliza Asturias, el País Vasco o Madrid y no lo hace Andalucía teniendo motivos suficientes?

El verdadero análisis del sistema educativo andaluz surge del estudio particular de cada una de las aulas, donde la inclusión no es más que una utopía insostenible, donde los recursos humanos y materiales son reducidos a su mínima expresión, donde la falta de espacio o el exceso de ratio imposibilitan la acción educativa, donde el alumnado a veces se torna agresivo y las medidas disciplinarias pueden sancionar al sancionador, donde la autoridad docente está en entredicho, donde el exceso de carga lectiva supone un empeoramientos evidente del servicio, donde la falta de orden y disciplina son compañeros que arruinan el ambiente propicio para el proceso de enseñanza-aprendizaje, donde las nuevas tecnologías dejan de ser un valor para convertirse en amenaza, donde la fiscalización y el miedo a ser expedientado son realidades diariamente comentadas…

Andalucía tiene hoy, por desgracia, una plantilla docente tremendamente rentable que soporta una carga de trabajo ingente. ¿Es esto lo que quiere la sociedad andaluza? Abaratar tiene sus derivadas. Nadie atrae a los mejores ofreciendo las peores condiciones.

No existe razón alguna que justifique la desidia en la que se han instalado las intersindicales y comunidades educativas andaluzas, como tampoco existe razón para que M. Bonilla no convoque a los agentes educativos y, tras un análisis certero, les presente las soluciones que otros más aventajados han encontrado tras las huelgas, las dimisiones y la movilización. La inacción política sólo nos lleva a un indeseado lugar donde las caras se tornan agrias

¿Acaso alguien duda que el futuro de Andalucía se gesta en las aulas de su sistema educativo?

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